(CONTINUA DE PUBLICACIÓN ANTERIOR)
Las posibilidades se bifurcan de acuerdo a quien hubiese encontrado a la Maldonado cuando reanudó su viaje. Pero todo terminaba de igual manera: encarcelada por aquellos que salieron a buscarla, o bien por haberse encontrado con los indios quienes la habrían acogido en la tribu, o por haber desobedecido las órdenes de Pedro de Mendoza de no traspasar el perímetro. El castigo fue atarla a un árbol y abandonarla a su suerte. Fueron tres días interminables para la Maldonado, que padeció una suerte de crucifixión a la criolla. Pero las cosas empeoraron aun más cuando un puma se acercó a ella con ánimo alimenticio. Fue entonces que, de las sombras, la puma a la que ella había ayudado, seguida por sus cachorros, salió en su defensa y no permitió que el otro animal se le acercase. Hubo una feroz batalla entre ambos, y cuando surgió un vencedor, la Maldonado pensó que el final había llegado, porque la bestia se le acercó sigilosamente. Esperaba un salto y unas garras que la partieran en dos, pero sintió que el puma le lamía los pies.
El felino se quedó a su lado hasta que una patrulla de soldados fue a ver qué había sido de su suerte, pensando que en verdad podrían comer sus restos. Gran susto se pegaron cuando encontraron al puma custodiando a la cautiva. La Maldonado ya había muerto, pero tuvieron que matar al puma para poder comprobarlo. Otras narraciones dicen que la expedición disparó al aire para ahuyentar al animal y poner fin a la agonía de la mujer; cuando lo hicieron, un aullido desgarrador del puma hizo un tajo al aire. Y también se dice que, habiendo sobrevivido tan dura pena, y con un hecho sobrenatural como la presencia del puma, los soldados la desataron y la dejaron volver al perímetro, pensando que ya había purgado su falta.
Es curioso pero la Maldonado y Buenos Aires compartieron suerte: ambas fueron abandonadas. La primera atada a un árbol; la segunda, cuando Pedro de Mendoza murió de sífilis y la expedición decidió remontar el río Paraná hacia Asunción, donde la situación era mucho más benigna, con una indiada más sumisa y mayor cercanía a la ciudad de Lima, la verdadera "reina de la plata". Prendieron fuego a lo que había y se tomaron el buque, literalmente. La historia de la Maldonado aconteció cerca de un curso de agua al que ella seguía para no deshidratarse. Su leyenda fue contada generación tras generación. Cuando la ciudad de Buenos Aires comenzó a tomar forma real, varios siglos después, el arroyo recibió el nombre de Maldonado en su honor.
fragmento de "Pappo. el hombre suburbano". planeta. bs. as. 2011
A los dragones les gusta soñar (...) Si un dragón sueña con un árbol enorme, lleno de flores, cuando se despierta encuentra a su lado un lapacho un ceibo o un jacarandá. Si sueña con mariposas, apenas abre los ojos ve un mundo de mariposas con alas doradas, con alas azules, con alas de todos los colores revoloteando por el monte.
martes, 25 de agosto de 2015
lunes, 17 de agosto de 2015
SERGIO MARCHI: DE LOS ORÍGENES DE BS. AS. Y EL MALDONADO (I)
Decir que en Buenos Aires se corría la coneja, sería algo
inexacto, ya que en 1536 no había conejos en la pampa, que en verdad estaba
repleta de indios y de tigres. También sería equívoco llamar tigres a los
jaguares y, sobre todo, pumas, verdaderos señores de estas tierras. Ellos, y
los indios que la historia bautizó como querandíes. Pedro de Mendoza,
ilusionado con encontrar una nueva fuente de riquezas en los parajes del Mar
Dulce –nuestro Río de la Plata-, se sintió estafado por su propia ilusión: la
pampa era chata e inerte y los indios eran malos. No eran como las más
amistosas tribus del Caribe, que se contentaban con espejitos y piedras
relucientes, que tenían una buena predisposición para los que venían a “conquistarlos”
y procuraban que no les faltase de comer.
Los historiadores no tienen la menor idea de qué fue lo que
pudrió la relación entre los españoles al mando de Pedro de Mendoza y los
querandíes, pero un buen día los indios dejaron de volver con pieles y comida. Las
versiones más revisionistas, aseguran que los indios se cansaron del maltrato y
la soberbia de los conquistadores; otras miradas, más mercantilistas, sostienen
que los indios no se conformaban con los espejitos y en realidad se mostraban
más interesados por las armas de fuego que les permitirían combatir a los “tigres”.
Los españoles, que estaban cansados y hambrientos, pero que no compraban
espejitos tampoco, supieron que esas armas que los indios querían, tarde o
temprano, se usarían en su contra. No hubo trato.
El problema es que los “tigres” también tenían hambre y muy
poca educación: se abalanzaban sobre el primer ser humano que divisaran y, en
especial, sobre los caballos que montaban, los que no sabían muy bien qué hacer
frente a esas bestias a las que no estaban habituados. De manera que se
estableció un cerco perimetrando una parcela de lo que hoy es Buenos Aires,
gracias al cual los españoles estarían a salvo de los “tigres” (hasta cierto
punto, porque a veces las bestias saltaban el cerco) y de los indios, que ya
habían dado indicio de su mal carácter despedazando a la expedición que fue a “preguntarles”
el porqué de su súbita indiferencia. Esos malos modales indígenas causarían el
enojo de Pedro de Mendoza que se decidió por hacer tronar el escarmiento.
El hambre se convirtió en un problema tal que hubo que tomar
medidas drásticas, como castigar con la muerte a aquel que se comiese a los
caballos. Agarraron a tres con la boca llena y los colgaron; al día siguiente,
aparecieron sin piernas, las que sirvieron para alimentar a los más
desesperados. La Maldonado, una de las pocas mujeres de la expedición,
comprendió que se había llegado a un límite y desafió las órdenes, traspasando
el cerco en búsqueda de comida. Los hechos son imprecisos y han sido deformados
por el transcurso del tiempo y las múltiples narraciones.
Al límite de sus fuerzas, extenuada y hambrienta, la
Maldonado se metió en una cueva a descansar. Aparentemente, se durmió y la
despertó el ruido de un ejemplar de puma hembra, que le dejó al lado un pedazo
de carne con el que la Maldonado recuperó fuerzas.
fragmento de "Pappo. el hombre suburbano". planeta. bs. as. 2011
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