
"Mi corona se oxidará", dijo el rey a la lluvia.
"¿No podrías parar?".
"Tu corona se oxidará. Y tú también", dijo la lluvia.
"Incluso aunque yo parara".
"Tienes razón", dijo el rey después de un rato.
"Entonces, por lo menos dejaré que me refresques".
Dio un paso hacia delante y puso su cara bajo la torrencial lluvia.
(Fragmento de "El rey y el mar", de H. Janisch)
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