lunes, 30 de junio de 2014

GALEANO: EL FUTBOL A SOL Y SOMBRA (fragmentos)

El fútbol

La historia del fútbol es un triste viaje del placer al deber. A medida que el deporte se ha hecho industria, ha ido desterrando la belleza que nace de la alegría de jugar porque sí.
En este mundo del fin de siglo, el fútbol profesional condena lo que es inútil, y es inútil lo que no es rentable.
A nadie da de ganar esa locura que hace que el hombre sea niño por un rato, jugando como juega el niño con el globo y como juega el gato con el ovillo de lana: bailarín que danza con una pelota leve como el globo que se va al aire y el ovillo que rueda, jugando sin saber que juega, sin motivo y sin reloj y sin juez.
El juego se ha convertido en espectáculo, con pocos protagonistas y muchos espectadores, fútbol para mirar, y el espectáculo se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos del mundo, que no se organiza para jugar sino para impedir que se juegue. La tecnocracia del deporte profesional ha ido imponiendo un fútbol de pura velocidad y mucha fuerza, que renuncia a la alegría, atrofia la fantasía y prohibe la osadía.
Por suerte todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia
que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.

¿El opio de los pueblos?
¿En qué se parece el fútbol a Dios?. En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que el tienen muchos intelectuales.
En 1880, en Londres, Rudyard Kipling se burló del fútbol y de «las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan». Un siglo después, en Buenos Aires, Jorge Luis Borges fue más que sutil: dictó una conferencias sobre le tema de la inmortalidad el mismo día, y a la misma hora, en la selección argentina estaba disputando su primer partido en el Mundial del ’78.
El desprecio de muchos intelectuales conservadores se funda en la en la certeza de que la idolatría de la
pelota es la superstición que el pueblo merece. Poseída por el fútbol, la plebe piensa con los pies, que es lo suyo, y en ese goce subalterno se realiza. El instinto animal se impone a la razón humana, la ignorancia aplasta a la Cultura, y así la chusma tiene lo que quiere.
En cambio, muchos intelectuales de izquierda descalifican al fútbol porque castra a las masas y desvía su
energía revolucionaria. Pan y circo, circo sin pan: hipnotizados por la pelota, que ejerce una perversa fascinación, los obreros atrofian su conciencia y se dejan llevar como un rebaño por sus enemigos de clase.
Cuando el fútbol dejó de ser cosas de ingleses y de ricos, en el Río de la Plata nacieron los primeros clubes
populares, organizados en los talleres de los ferrocarriles y en los astilleros de los puertos. En aquel entonces, algunos dirigentes anarquistas y socialistas denunciaron esta maquinación de la burguesía destinada a evitar la huelgas y enmascarar las contradicciones sociales.
La difusión del fútbol en el mundo era el resultado de una maniobra imperialista para mantener en la edad
infantil a los pueblos oprimidos.
Sin embargo, el club Argentinos Juniors nació llamándose Mártires de Chicago, en homenaje a los obreros
anarquistas ahorcados un primero de mayo, y fue un primero de mayo el día elegido para dar nacimiento al
club Chacarita, bautizado en una biblioteca anarquista de Buenos Aires. En aquellos primeros años del siglo,
no faltaron intelectuales de izquierda que celebraron al fútbol en lugar de repudiarlo como anestesia de la conciencia.
Entre ellos, el marxista italiano Antonio Gramsci, que elogió «este reino de la lealtad humana ejercida al
aire libre».

FONTANARROSA: MEMORIAS DE UN WING DERECHO

Y aquí estoy. Como siempre. Bien tirado contra la raya. Abriendo la cancha. Y eso no me enseño nadie. Son cosas que uno ya sabe solo. Y meter centros o ponerle al arco como venga. Para eso son wines. No me vengan con eso de wing “ventilador” o wing “mentiroso” o las pelotas. Arriba y contra la raya.
Abriendo la cancha para que no se amontonen los forwards en el medio. Nada de andar bajando a ayudar al marcador de punta ni nada de eso. Si el marcador de punta no puede con el wing de él... ¿para qué m... juega de marcador de punta? Lo que pasa es que ahora cualquier mocoso le sale con esas teorías nuevas y nuevas formas de juego o te viene con la “holandesa” o la brasileña y otras estupideces.
¡Por favor! El fútbol es uno solo y a mí no me saca de la formación clásica: el arquero bien parado en la raya y atento. Por ahí escucho decir que Gatti juega por toda el área o sale hasta el medio de la cancha... Y bueno, así le va. Yo al arquero lo quiero paradito en su arco y nada más. Para eso es arquero. Después una línea de tres. Después otra de cinco. Y arriba que nos dejen a nosotros tres. Más de veinte años hace que jugamos así y nos hemos podrido de hacer goles. De a siete hacemos. Yo ya debo llevar como 6.800. Yo solo... ¡Después me dicen de Pelé! O arman tanto despelote porque Maradona hizo cien. Cien yo hago en una temporada. Y en verano, cuando los pibes se quedan en el club como hasta las dos de la matina, me atrevo a hacer cuarenta, cincuenta goles por semana. Cuarenta, cincuenta. Yo solo... Maradona... ¡Por favor! Y eso para no hablar del centrofoward nuestro. debe llevar más de 12.000 goles. por debajo de las patas... Y...¡el tipo está ahí!
donde deben estar los centrofoward. En la boca del arco. En el área chica. Pelota que recibe, ¡Pum! adentro. A cobrar. Y ojo, que el nueve de los de Boca no es maño tampoco. Es el mismo estilo que el nuestro. Siempre ahí: en la troya. Adonde están los japoneses. ¡Nos ha amargado más de un partido, eh! Yo no he visto los goles que nos ha hecho pero escucho los gritos y el ruido de la pelota adentro del arco.
Le da con un fierro el guacho. Pero, claro, tiene dos wines que son dos salames. Por ahí si jugara al lado mío él también habría hecho como 12.000 goles. ¡Si le habré servido goles al nueve! ¡Si le habré servido goles! Me acuerdo el día del debut. Le estoy hablando de hace 25 años, 25 años, un cuarto de siglo. Sacaron la lona que cubría la cancha y le juro que nos escegueció la luz. Un solazo bárbaro. Yo casi no podía ver por el resplandor en las camisetas, especialmente en las nuestras. Claro, por el blanco. Las bandas rojas parecían fuego. No como ahora, que está saltando todo el esmalte y se ve el plomo. O el piso, del verde ya no queda casi nada. ¡Cómo está ésta cancha! ¡Qué lástima! Qué poco cuidada está. Pero bueno, ese día fue algo inolvidable. Era domingo al mediodía y se ve que los muchachos estaban alborotados porque esa tarde jugaban River y Boca en el Monumental y ellos se habían reunido en el club para irse todos juntos en el camión para el partido. ¡Huy, lo que era ese día! Y claro, llegaron ahí y se encontraron con que la Comisión Directiva había comprado el metegol.
Yo había escuchado desde abajo de la lona que pensaban inaugurarlo esa noche cuando los socios se juntaban en la sede social a comentar los partidos o tomarse un fernet antes de cenar. Pero... ¡qué!... apenas los muchachos vieron el metegol al lado de la cancha de básquet ni siquiera se molestaron en meterlo adentro.
¡Además, esto es pesado, eh! No sé cuántos kilos debe pesar esto, pero es pesado. Puro fierro, de las cosas que se hacían antes. Bueno, ahí nomás lo destaparon y se armó el partido. Yo calculo, calculo, que había de haber entre 20 y 25 años personal viendo el partido. ¡No menos, eh! No menos. Una multitud. Y había apuestas y todo. Le digo que calculo que había esa gente porque yo ni miré para arriba, le juro, no me atrevía a levantar la vista del cagazo que tenía. Le juro. Uno escuchaba bramar esa tribuna y temblaba.
¡Qué cosa inolvidable! Nosotros, los tres de adelante, tuvimos suerte porque el tipo que nos manejaba se ve que sabía. Yo apenas sentí que se movía, dije: “Hoy vamos a andar bien”. porque también es importante el tipo que a uno le toque para manejarlo. Usted podrá tener condiciones, es más, podrá ser un fenómeno, pero si el que está afuera es un queso, va muerto. Y yo le digo, ahora, con experiencia, yo apenas noto cómo el tipo me mueve ya me doy cuenta si conoce o no. Es una cuestión de experiencia , nada más. No es que uno sea sabio. Escúcheme, usted ve un tipo cómo se para en la cancha y ya sabe cómo juega al fútbol. No tiene necesidad ni de verlo correr. ¡Por favor! Pero ese día se ve que el tipo conocía. No era ni improvisado ni uno que agarra la manija porque está aburrido y para matar el tiempo se juega un metegol. De esos que usted trata de ayudarlos, de darles una mano pero al final el que queda como un patadura es usted. Cuando el culpable es el que tiene la manija. Y usted los escucha gritar: “¡Qué tronco es el siete ese! ¡Qué animal el wing!”. Hay que aguantar cada cosa. ¡Por favor! Pero ese día no. Ese día tuve suerte, lo que es importante en un debut. Y más en un River-Boca. Usted sabe bien cómo son estos partidos. Un clásico es un clásico, digan lo que digan ahora yo ya tengo como 30.000 clásicos jugados y así y todo, le digo, todavía cuando escucho el pique de la primera pelota en la mitad de la cancha me pongo nervioso. Parece mentira. Es que son partidos muy parejos. Somos equipos que nos conocemos mucho. Pero aquél día tuvimos suerte, por lo menos los de adelante. De la mitad de la cancha para adelante la rompimos, la hacíamos de trapo. “Tachola”, me acuerdo que se llamaba el que tenía la manija. Me acuerdo porque le gritaban permanentemente y además porque durante cuatro años vuelta a vuelta venía al club y jugaba. ¡Cómo sabía ese tipo! Lo arruinó la bebida. Cuando llegaba en pedo yo me daba cuenta porque nos hacía hacer molinetes y cada cagada que ni le cuento. Un día me hizo hacer un molinete y yo cacé un chute que la pelota saltó del metegol e hizo sonar un vaso. Me quería hacer pagar a mí el desgraciado. Pero cuando estaba sobrio era un león. Y ese día la gasté. En la defensa no andábamos tan bien porque el que manajaba a los tres era un salame. Un paspado. Pero con los de adelante bastaba.
No hay mejor defensa que un buen ataque, mi amigo, eso lo sabe cualquiera. ¡Por favor! Ahora se meten todos abajo. Están locos. tres pepas hice ese día. Y las otras tres se las serví al nueve, al morochón. Y no tenía bigotes. Lo que pasa es que algún mocoso se los pintó con birome para que se pareciera a Luque. Un gol, me acuerdo, un gol, la bola rebotó en el corner y se me vino. Ibamos perdiendo uno a cero, porque ¡ojo! habíamos arrancado perdiendo, y la hinchada bramaba. La puse debajo de la suela y casi la astillo. La empecé a pisar y me la traje despacito para el medio. El nueve se fue para la izquierda y el once también, para abrirme un buco. Yo la masé y un par de veces amagué el puntazo, pero el fullback me tapaba el tiro y no veía ángulo para el taponazo. Le cuento que yo no le hago asco a patear y cuando veo luz le sacudo. A mí no me vengan con boludeces. Pero el rubio que me marcaba me tapaba bien. Entonces yo agarro y la engancho de nuevo para afuera, para mi lado, como para meterle un derechazo cruzado, al segundo palo, a la ratonera. ¡Si habré hecho goles así! Y cuando el rubio me sigue para taparme y el arquero cubre el primer palo, de revés nomás, cortita, la toco para el medio. Y el nueve, sin pararla ché, le puso semejante quema que abolló la chapa del fondo del arco. ¡Qué golazo! ¡Lo que fue eso! Yo lo había escuchado al negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la derecha y ví que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro, lo había escuchado. Cuando yo me abrí para la derecha ví que la defensa se venía conmigo. Y lo escuché al Negro que me grita: “¡Ah!”. Y se la toqué. Lo mató al Negro. Lo mató. La hacemos siempre a ésa. Diga que ya nos conocen. ¡Qué partido fue ése! Y para esta noche tenemos uno lindo. Si es que vienen los muchachos. Porque los escuché decir que iban a las maquinitas. Siempre hablan de las maquinitas. Vaya a saber qué es eso. Acá una vez al club trajeron una. Yo siempre escuchaba unos ruidos raros, unas cosas como “pluic” “plinc” , “clun” y unas sacudidas. Unas luces. Pero después no lo sentí más. Dicen que se le jodió algo adentro a la máquina, algún fusible y nunca hay guita para comprarlo. Son máquinas delicadas. De ésas que hacen los yanquis. Por eso los muchachos siempre vuelven. Porque el fútbol es el fútbol. Esa es la única verdad. ¡Qué me vienen con esas cosas! Son modas que se ponen de moda y después pasan. El fútbol es el fútbol, viejo. El fútbol. La única verdad.
¡Por favor!

LUIS PESCETTI: PARTIDO (de "Nadie te creería")

- Va a sacar el arquero Porta. Saca, la pelota va a mitad de la cancha, la para Tucconi. La para Tucconi, que está marcado por el número diez, Hans; pero elude la marcación y avanza a toda carrera. Queda pagando Hans ante la fineza de nuestro estilo latino.
- Es que nosotros entrenamos desde chicos en campitos, Fernández, es otro concepto.
- Exacto. Atención: ¡Entra Tucconi en el área! Se adelanta el arquero alemán a bloquearlo; Tucconi se prepara para patear y… ¡Atención, atención! Pasa algo. ¿Usted ahí nos puede informar, Sánchez?
-Sí, Fernández, Tucconi iba a patear y se le salió el pie izquierdo.
-¿Perdón?
- Que se le salió el pie izquierdo. El juego se detiene un minuto.
- ¿Tucconi se pone el pie ahí mismo?
.Sí, Fernández, la presencia del médico es porque el arquero alemán se descompuso. Ellos no están acostumbrados a nuestro estilo, Fernández.
- Gracias, Sánchez. Se va a reanudar el juego, señores. Aquí en el estadio de La Marquesa, un domingo. Alemania cero, Nueva Sinópolis, cero. ¡Comenzó el juego! Toma carrera Tucconi, patea, sale un poco desviado el tiro. Cabeza del defensor Mhöels que saca de la cancha y es tiro esquina. Tiro de esquina favorable a Nueva Sinópolis. ¿Qué pasa, Sánchez?
- En el apuro Tucconi se colocó el pie al revés y pegó un talonazo de aquéllos. Ahora ya se lo acomodó. Al ver… sí, confirmado, Fernández, se descompuso. Es que Tucconi se acomodó el pie enfrente suyo.
- Gracias, Sánchez. El tiro de esquina lo va a ejecutar el número diez, Ventura. ¡Patea! ¡Hermoso tiro! ¡Cabecea Marino! ¡Gol! ¡Gol! ¡Go… un momento! Sánchez, ¿por qué vemos a esos jugadores alemanes descompuestos?
- No, Fernández. Lo que ocurrió es que el tiro de Ventura fue fuerte y, al cabecear, Marino…
- ¿Se le salió la cabexa?
- … exactamente, que fue lo que realmente entró en el arco. Eso descoloca a los alemanes que son muy estructurados.
- Están acostumbrados a otro tipo de juego.
- Más que nada eso, Fernández.
- ¿Qué sucede ahora?
- El número ocho, Ripassi, fue a calmar a uno de los alemanes y, cuando lo saludó, dejó la mano en la del alemán. Se le salió la mano, Fernández.
- Eso está mal por parte de Ripassi. Si él ve que los alemanes reaccionan, no tiene por qué hacer ese chiste.
- Lo que sucede, Fernández, es que los alemanes tampoco ponen nada de su parte, Ripassi se colocó la mano pero el alemán sigue histérico.
- No es deportivo, Sánchez, no es deportivo.
- Desde acá veo al arquero del Nueva Sinópolis que se sacó uuna pierna para llamar la atención. No es deportivo, Sánchez, no es juego limpio.
- Son las pequeñas picardías que tiene el deporte, Fernández, ellos deberían adaptarse. Saben que están en cancha ajena, otro país, otras costumbres, lo saben, no pueden hacerse los nerviosos.
- ¿Cuál es la actitud del árbitro?
- En este momento le saca la lengua al número once, Revolta.
- ¿Se burla del jugador?
- No, Revolta iba con su lengua en la mano molestando al diez alemán, Hans.
- Eso está muy mal, porque una cosa es que a uno se le salga un pie y otra muy distinta es provocar a un jugador que nos visi…
- ¡Fernández! ¡Fernández! ¡Perdón que lo interrumpa!
- ¿Sí?
- El cuatro alemán empujo a Tucconi y el árbitro quiso detenerlo, pero al soplar el silbato, se le Salió la nariz al árbitro, Fernandez.
- Bueno, esas cosas pasan.
- Y ahora los alemanes se retiran de la cancha, Fernández. Atención, ¡el equipo alemán, se está re-ti-ran-do! ¡Se está re-ti-ran-do de la cancha!
- ¡Qué mal, por ellos! El público los abuchea. Entran policías con escudos para proteger a los jugadores alemanes de los proyectiles que les arrojan desde las tribunas.
- No son proyectiles, Fernández, son orejas, manos, dedos. Acá a mi lado acaba de caer una rodilla, que parece de dama. Sí, confirmo: una rodilla de dama. Cae de todo, Fernández: pies, ojos. La gente está furiosa, furiosa, Fernández, por la interrupción del espectáculo deportivo. Acá delante de mí veo caer vestidores. ¡Caramba, Fernández! Un pedazo de hígado dio de lleno en la cara del arquero alemán. Discúlpeme que haya sonreído, Fernández, pero qué puntería, le dio en plena cara.
- No, Sánchez, es una reacción natural. Si bien la actitud de nuestros muchachos fue un poco alegre, digamos, el equipo alemán no tenía por qué interrumpir el espectáculo deportivo y no puede ser que uno de los equipos se retire porque sí.
- Lo que ocurre, Fernández, es que los alemanes están acostubrados a otro estilo.
- Es lo que usted dijo, Sánchez, no se adaptaron. No supieron adaptarse.